domingo, 28 de junio de 2009

Orquesta de Cámara de Siero desde Alhoceima

Hola Ascen
En el Marco del proyecto El Mar que nos une ya estamos haciendo cosas
El 28 de domingo se va a celebrar musica del mar por un orquestra de Asturias para el pubico de la ciudad de Al Hoceima ,
www.actividadesjovellanos.blogspot.com
para finalizar las actividades que tenemos "Jornadas sobre la Pesca Reponsable ,Ha particpado a estas jornadas expertos Nacionales , Internacionles y tambien los Pescadores de toda la zona del Mediterraneo de Marruecos , pero lo especial es que han particpado a estas jornadas los alumnos del proyecto el Mar que nos une en el taller de Consevacion , donde se ha visto partes de la pilicula que han agrabado , los dias son 25- 26 y 27 , os enviare los fotos dentro pocas dias tambien el video comleto
un abrazo
NIBANI

miércoles, 10 de junio de 2009

Un antes y un después.

Juan Luis Alvarez del Busto, presidente de la asociación " Amigos de Cudillero", ha tenido la gentileza de facilitarnos estas imágenes donde se ve el paso del tiempo.
Algunas son imágenes de hace más de 30 años, pero otras, como la primera y la última, son testimonio visual de nuestro estudio; como las chalanas dieron paso a las terrazas en la plaza del muelle.










viernes, 5 de junio de 2009

El Pescador. Por Luis A García Martinez.

Me ha vuelto a pasar de nuevo, he sido incapaz de seleccionar, no he podido quitar nada del artículo de nuestro amigo-colaborador Luis Antonio. Tampoco voy a acompañarlo de imágenes y si tenéis el gusto de leerlo entenderéis el porque.
Es un artículo muy instructivo, aclaratorio y poético que nos permite entender como y aún niños, estos hijos de pescadores se ven abocados y a su vez encantados por este oficio que a nosotros y hoy en día nos resulta tan duro y sacrificado.


Apenas salido del regazo materno, mal calzados sus menudos pies y mal cubiertas sus carnes por el remendado del mahón, se veía discurrir sobre los sarreos al hijo del pescador en los primeros albores de su vida. El trayecto que medía entre la humilde casa de la Estrecha, de la Fuente el Canto, de la Reguera, del Caleón o tal vez de la Garita, que albergaba a la familia y la ribera lugar donde varaban los botes, era su cotidiano paseo que recorría veces sin cuento. En este reducido espacio germinaban los elementos, todos que más tarde constituirían al hombre de la mar. Durante el día, entre las piedras del sarreo, la rompiente de la mar en la orilla, el balanceo de los butiquinos de remo y los restos de los artes de pesca que esparcidos por los muelles, encontraba un arsenal de variados objetos que de alguna forma entretenían y absorbían su infantil imaginación hasta el punto de hacerle insensible a las inclemencias del tiempo. En vano era que los rigores del frío ó el ardor canicular pusiesen coto a sus deseos, los bigaros, las llamparas, las piedrecitas y cristales de distintos matices que el movimiento constante de las aguas les ha dado esférico y natural pulimento como si ese fuese su forma original, la caprichosa forma de la ocla con aquel fuerte olor a salitre, los pedazos de tabla que las olas acercaban a la orilla, mensajero quizás de una ignorada catástrofe real o imaginaria que hacía navegar a nuestras inmaduras mentes, son otros tantos incentivos que al infantil pescador llevan con fuerza irresistible a las orillas de la mar.

A La caida de la tarde nuevos encantos le esperaban, bien lo indicaba la impaciencia con que trepaba por los bloques del muelle del Oeste para extender su vista por el horizonte en demanda de un objeto querido; bien lo indicaba el grito de júbilo que se escapaba de sus labios al distinguir entre otras la proa de la embarcación, la que no confundía con las demás, a pesar de la idéntica forma y color de las otras, crecía su impaciencia al compás de la alegría, pensando y haciendo cábalas con la pesca de ese día, se internaba en la ribera después de pedir la vez a José Antonio o a Milin para sebordar la embarcación; él sin poder, era el que a duras penas arrastraba los imos ensebados hasta la orilla de la mar para que sirviesen de lecho a aquella quilla de roble gastada de tanto subir y bajar la ribera; en todas partes quería estar, quería hacerlo todo, miraba con marcada envidia la fuerza y destreza de los marineros, apoyaba con ellos sus espaldas al costado del bote, y al sentir que se deslizaba sobre los imos cuando viraba el cabrestante, no dudaba que era debido en gran parte a sus esfuerzos.

Por fin encontraba el fruto de sus afanes, la pesca se depositaba en tierra, su mano era la primera en coger el pescado y separarlo por clases que iba nombrando o preguntando por el que no conocía, no había medio de separarle de esta ocupación preferida, hasta que depositada en el carro era conducida a la rula, donde Colorin subastaba el producto de todo un día de esfuerzo y trabajo duro.

Así empezaba la parte práctica del aprendizaje, que también tenía su teoría en la conversación de los pescadores, que comúnmente se entablaba mientras se hacía la cena; en ella aprendía el muchacho ese lenguaje especial que constituía el tecnicismo de la profesión, y que como es sabido traspasa los límites propios del oficio, dando otros nombres a los demás objetos y acciones que los tienen en el uso común. La relación de los lances de pesca, señales del tiempo, condiciones del barco, maniobras con éste y el arte, marcas de avenida del pescado, sus costumbres y su sagacidad para burlar la situación de las redes ó anzuelos, son materias que de continuo oía con particular atención, y si a estas se añade la narración de las campañas con interesantes episodios en que se ensalzaba el valor y la pericia del narrador, entonces el entusiasmo del pequeño aprendiz no tenía límites, ardía en deseos de formar parte de la tripulación, y un día y otro pedía a sus padres que su nombre figurase el rol de la lancha.

De este modo empezaba a despertarse el estímulo a esa ruda profesión que contaba más víctimas, muchas más víctimas, que afortunados; algo había, sin embargo, inexplicable en estos primeros fundamentos de la afición a la vida de la mar, algo que nos hacía pensar en las condiciones innatas del hombre; ese niño tenía a las espaldas de su albergue y a no larga distancia, la Cabañina, la Garíta y San Antón con frondosos arboles cargados de dulce fruto, jardines matizados de vistosas y aromáticas flores, de todo aquello, en fin que tanto incita en los primeros años, y no obstante, raro era que sus pasos se dirigieran a esos sitios, había entre ellos y la mar un valladar no impuesto por ley alguna que desde el principio hace desafines a los que de diversos modos trabajaban para producir el primer elemento de la vida. He ahí porqué el hombre de campo no es, no puede ser, marinero; y he ahí también porqué el marinero le vemos vagar por las playas, mirar con angustia las desiertas aguas cuando en ellas no hay ocupación. Tal es la conciencia que tiene de si mismo, que contando con fuerzas físicas para las más rudas operaciones de tierra, no se considera apto para ellas, al paso que no excusaría la maniobra marinera más difícil y arriesgada aún con marcado peligro de su vida. Pero volvamos al niño.

Antes que la prudencia lo aconsejara, ya le veíamos formar parte de la tripulación de una lancha de pesca con el característico nombre familiar, de cuyas variadísimas funciones tomaba posesión muy contento, haciendo los mayores esfuerzos para estar a la altura de las circunstancias a pesar de sus pocos años. Difícil serían de señalar los deberes de un guaje a bordo; así en el orden moral como en el físico, era el reflejo de aquellas viejas tripulaciones de antaño, no había trabajo cuya responsabilidad no alcanzase al aprendiz de pescador, en todas las condiciones de la vida de mar ese era su primer fundamento. El arranchado del barco corría exclusivamente a su cargo, pero eso sí sin verse excluido de las demás operaciones de navegación y pesca, en cuyas maniobras siempre tomaba parte, ya espontáneamente o ya estimulado por alguna insinuación brusca como las del viejo Jujú (q.e.p.d.). Fuera de la fuerza material, para nada se tenían en cuenta sus pocos años, su ocupación siempre era continúa, incesante; salvo alguna comisión, que con limitado tiempo se le confiaba en tierra, siempre permanecía a bordo, podía decirse que era una pieza inherente al casco.

Ocioso es decir que en las penalidades propias de la navegación alcanzaba la peor parte; La agilidad de sus años, su corta estatura y poco peso le hacían apto para encaramarse a la extremidad de los palos, trepar por la jarcia o descender al agua para baldear y lavar la cubierta, raras veces se consideraba atenuante el mal estado de la mar para el buen desempeño de estos peligrosos deberes; de los rigores de la temperatura participaba como ningún otro de la tripulación, su falta de abrigo no le excusaba para situarse en el sitio de la lancha que más azotaba el viento y el agua, como tampoco le era dado usurpar la sombra de la mesana cuando apretaba el duro sol de agosto, aquello era patrimonio de los viejos de a bordo.

Así iba adquiriendo el muchacho las condiciones excepcionales que caracterizan al hombre de mar, así empieza por hacerse un mañoso en el arte de los aparejos, un hábil patrón y un consumado pescador quemado y agrietado su rostro por el sol y salitre diario. De ese personal esencialmente marinero, de esos desheredados de la fortuna, nace también el capital de este pueblo pixueto. Exiguos ahorros hechos a fuerza de años y privaciones en medio de la azarosa vida de la mar, permiten a los más afortunados comprar al fin de sus días una lancha. ¡ Cuanto trabajo, cuantas angustias y cuantas lagrimas representa ese corto puñado de monedas que constituye el alto rango de una familia de pescadores!.

Por eso hoy desde estas líneas quiero rendir un gran tributo a todos aquellos, pescadores en general y pixuetos en particular, que dieron por su pueblo y sus gentes lo único que tenían su trabajo y su nobleza, y para los que quedamos y las juventudes que nos sigan trataré de recoger en las próximas cuartillas el lenguaje de nuestros pesqueros que tanto han significado para nuestras vidas y que de alguna manera son y han sido la identidad de este nuestro querido pueblo Cudillero.